Por España - PALENCIA

CERVERA DE PISUERGA

76. EMBALSE DE CERVERA óleo s/tabla 30x24          ©Mara Cascón
76. EMBALSE DE CERVERA óleo s/tabla 30x24 ©Mara Cascón

Octubre 2005

 

Llueve y por ello aprovecho para tomar estas notas, hasta que escampe y pueda hacer la senda que bordea el pantano. Para ello he desayunado como una reina en este acogedor Parador: piña, mandarina, chorizo, salchichón, jamón, cecina, queso, tostadas con aceite, huevo frito, beycon, te con limón, zumo de naranja y agua.

 

Ayer fue un día hermoso. Aunque lo último que hice antes de salir de Madrid fue llorar desconsoladamente mi soledad y el vaivén emocional que mis encuentros con Germán[1] me provocan. En ocasiones son excelsos y llenan de júbilo mi corazón y mi cuerpo, y en otras profundamente tristes y frustrantes cuando lo siento lejos, atenazado e inmerso en sus crisis de conciencia, que se reflejan en la falta de contacto, tanto físico como emocional. Todo esto me daña profundamente, provocando mi ira y mi desconsuelo.

 

A lo largo del camino hasta aquí estuve luchado denodadamente por remontar el vuelo, salir del pozo de la angustia, el dolor y la pena.

 

Me ayudaron la fluidez de la carretera, los colores del otoño en el paisaje, tachonado del amarillo vibrante de los chopos, el ocre de los robles y el contrapunto de los verdes que se resisten a marchar.

 

El cielo cubierto, protector y preñado de agua que derramaba su generosidad en la tierra sedienta, que agradecida vestía sus mejores galas.

 

La música a todo volumen, para tirar del alma y mover el cuerpo.

 

Todo ello con la intención de volver a mi centro, ayudar a fluir el pensamiento, iluminar las sombras y ver de nuevo con claridad la eterna solución no aplicada.

 

No renunciar al amor, pero sí renunciar a los encuentros profundamente íntimos del sexo; son los que le trastornan, a mí ya no, me aportan lo que más necesito: contacto, caricias, gozo, comunión sana y fluida con otro cuerpo, la mutua entrega llena de alegría.

 

Pero en su caso sigue teniendo efectos secundarios adversos. No ya durante, sino después. Tanto físicos (lumbalgia, ciática, …. ), como psíquicos (sentimiento de culpa, deshonestidad, incoherencia,..) y emocionales (tristeza, ansiedad, crispación,… ). Todos ellos me afectan directamente, como lo hacen entre sí los vasos comunicantes.

 

Si queremos preservar ese amor y que no se degrade, hemos de mantenerlo puro y casto, es la única solución válida para él. Aunque no lo es para mí.

 

He de buscar el equilibrio en otra parte. No puedo seguir desatendiendo mis necesidades. Ojalá llegue pronto esa mesa dispuesta únicamente para mí y pueda dejar de tomar mi alimento bajo el mantel o en la cocina. Eso sí, las mejores tajadas según creo.

 

Para ayudarle a aceptarlo le contaré el símil del buen vino añejo, que es un tesoro en la bodega.

 

En lugar oscuro y escondido va ganando valor, sustancia y fuerza, pero, cuando se saca a la luz y se descorcha, hay que consumirlo rápidamente para saborear todos sus matices, disfrutarlo en su inmensa gama de dones, gozosa y profundamente, porque, si se queda abierto y sin consumirlo, se deteriora y avinagra.

 

Hemos descorchado algunas botellas, magníficas, pero están empezando a quedar restos que se pudren al no apurarlas.

 

Lo mejor será dejar el resto en la bodega. Tal vez más adelante podamos disfrutarlo. Tal vez no. Pero es un sacrilegio desperdiciarlo ahora.

 

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Llegué al Parador lloviendo, lo que, unido a mi cansancio y la amabilidad de la recepcionista, ayudó a decidirme por la oferta de dos noches con media pensión. Todo un derroche para un solo bolsillo, pero me lo debía tras las extenuantes semanas vividas.

 

Además, ya es hora de que empiece a tratarme como una reina. Lo merezco y  no voy a pasarme la vida esperando a que alguien lo haga por mí. ¿Que es mejor compartirlo y recibirlo de la persona amada?. Estoy de acuerdo, pero he sido injusta privándome de ello. El motivo en realidad no era el económico, puesto que puedo permitírmelo, sino de autovaloración.

 

¡Qué mejor muestra del amor que me profeso! ¡Qué mejor manera de independizarme de lo que hagan o dejen de hacer los demás por mí! ¡Qué mejor manera de enseñarles a quererme!.

 

A esta toma de conciencia me ayudó el encuentro con Galo, un sabio anciano de 89 años que compartió su momento de calma conmigo en un parque de Aguilar de Campoo, donde paré a comer algo.

 

Me hizo partícipe de su sabiduría y de la profundidad de su corazón, de cómo vivió la guerra civil, de sus reflexiones sobre el dictador, de su conocimiento de los hechos mundiales y de su frustración por la falta de formación que hábilmente manipularon los poderes fácticos en su época (y en la nuestra).

 

También habló de las limitaciones de sus paisanos, de la bondad de su esposa, que le acompañaba desde hacía 65 años, del placer de la comida y del entorpecimiento de la edad, que le hacía reírse de sí mismo.

 

Gracias Don Galo, aunque renegarías del Don. Tus consejos han sido muy válidos y tu generosidad también.

 

Me hizo sentir acogida, apreciada y querida, aun sin conocerme, pero “reconociéndome”.

 

Su mensaje fue directo y mirándome a los ojos:

“No te dejes atrapar por un hombre que quiera que le lleves el desayuno a la cama y él se pase el día en la tasca”. “En la tasca sólo se dedican a despellejar a los demás y terminan siempre peleándose”.

 

Él no sabía nada de mi dilema personal.

 

Por eso doy las gracias por haber tenido la oportunidad de recibir a este mensajero y de haberlo sido yo a su vez para él, de amor y consuelo.

 

Y luego, tras dejar atrás Cervera de Pisuerga, en las inmediaciones del Parador, mi encuentro con el BOSQUE. Magnífico, sereno, hermoso, lleno de vida y de paz.

 

¡Qué inmensa alegría me colmó cuando toqué con ambas manos el roble al que presenté mis respetos, saludando y pidiendo permiso para entrar en su ámbito!

 

Hermoso, acogedor, vivo y silencioso. Ahíto de agua y de luz, tenue y dulce, para intesificar la exquisita gama de colores que tapizaba el suelo, la hojarasca de los árboles, las laderas de las montañas, los velos del cielo.

 

Y me llené de gozo, que canté bajito, que canté a voz en grito, que bailé y salté, colmándome de fuerza, alegría y poder. Gracias.

 

He convertido el Parador en balneario. Ayer tomé un baño muy caliente de agua pura, con una vela encendida y suavizando las luces del techo. Lavé mi cabello por inmersión. Salieron por los poros todas las tensiones, incluso la arterial, requiriendo de reposo en la cama hasta que se recuperó y dejaron de pulsar las vigas del techo. Un masaje con loción hidratante de olor peculiar para reactivar la piel de todo el cuerpo y el pelo a secar al aire tras tenerlo enrollado en dos toallas.

 

La cena de lentejas, lubina, pastel de manzana y un rioja excelente completó la velada.

Hoy el baño ha sido de espuma con agua más templada y a la sola luz de la vela, para hacer entrar en calor suavemente a pies y manos y relajar musculatura tras el largo paseo por el monte, bajo la lluvia, casi la totalidad de las 5 horas que ha durado.

 

El masaje ha sido con aceite, haciendo hincapié en los pies, para terminar de soltar nudos. Después del reposo envuelta en la gran toalla.

 

La caminata ha sido fantástica. Sosegada y de profunda comunicación con la tierra, el agua, las plantas, los árboles y los animales.

 

Me he embriagado de colores, brillantes y profundos; con esa intensidad que sólo el agua de lluvia les da. Recién lavados.

 

El suelo, las ramas, la composición de medio y largo horizonte. Magníficos. Captados en parte en múltiples fotografías, para recordar, para pintar, para soñar.

Gracias.

 

Mara Cascón

www.farodeluz.es

 


[1]  Nombre ficticio para respetar la intimidad de los personajes. 

79. VIDA EN OTOÑO ólleo s/lienzo 81x64 ©Mara Cascón
79. VIDA EN OTOÑO ólleo s/lienzo 81x64 ©Mara Cascón